Frío extremo, nevadas, caminos atascados por la nieve, pueblos aislados y un paisaje muy diferente al de cada año recibieron a unos 140 estudiantes y profesionales durante el 10 y el 31 de julio de este año.
Transportamos 34 toneladas de donaciones y nos relacionamos con más de 4.000 personas a través de la atención en salud, las visitas a las casas y entrega de donaciones, el trabajo con niños, adolescentes, madres y pintura de escuelas. El amor de Dios fue entregado en cada acción, palabra y abrazo y Su reino extendido hasta en los pueblos más alejados y difíciles de llegar.
Lo que sigue es una crónica de Alicia, una de las odontólogas que viajó desde San Francisco, Córdoba para brindar su trabajo incondicionalmente, y de Marisa, una docente entrerriana que nos cuenta el impacto del proyecto en su vida.
ALICIA
Luego de casi 24 horas de viaje, llegue a Angastaco (Salta): caminante que llegas a este pueblo arenoso que te ofrece su fortuna, su amistad y su vino que beberás dichoso, mientras pisas el blanco corazón de la luna, como decía el cartel en la entrada del mismo, donde ahicito nomás (un dicho muy popular de la zona) se encontraba otro que decía: conduzca despacio en este pueblo no sobran los niños. Y así empezaba el proyecto, conociendo a Dora, una colega de Ecuador, que actualmente vive y trabaja en Pinamar. Ella me explicaba como iba a funcionar el equipo odontológico y las tareas que había realizado años anteriores.
El primer día nos llevaron a conocer el hospital donde hablamos con la directora y ella nos prestó la sala de internación de los pacientes varones para que nos instaláramos y comenzáramos a trabajar.
Al vernos, se fue acercando la gente del lugar, en su mayoría niños y mujeres, un poco tímidos y callados, iban dejando que descubriéramos, no solo sus problemas odontológicos sino también la negligencia y falta de atención, que existía en nuestra área profesional, en ese lugar.
Antes de ir imaginaba que realizaría tareas de prevención, enseñanza de técnicas de higiene bucal, ART, asesoramiento dietético, etc pero al ver esas bocas, las urgencias eran mayores: niños con molares recién erupcionados y con indicación de exodoncia, convertidos casi en restos radiculares, abscesos agudos y crónicos de todos los tamaños, gingivitis y cálculo supra e infragingival. Y en los adultos también se observaba la misma situación, en algunos casos con ausencias importantes de varias piezas dentales.
El primer día atendimos 13 pacientes. Al día siguiente, se repitió lo mismo, con más pacientes y de todas las edades. Mientras Dora atendía yo aprovechaba el tiempo y les explicaba como debían cuidarse la boca.
Nos avisaron que había llegado el segundo equipo odontológico nuevo y en medio de nuestro trabajo, lo instalamos. Iba terminando el segundo día y ya habíamos atendido casi 30 pacientes.
Al finalizar ese día el coordinador del equipo nos avisó que a las 5 AM íbamos a viajar a una posta sanitaria llamada Río Grande, que estaba a 90 Km. de distancia, pero debido a que el camino era muy sinuoso y en zona de cerros y montañas, el viaje duraría casi cinco horas.
Viajamos en la ambulancia del hospital, con uno de los quipos odontológicos portátiles. Hacia mucho frío, se nos congelaron hasta las ventanas. Llevábamos a una adolescente de 15 años, embarazada de casi 6 meses de gestación, que aprovechaba nuestro viaje para regresar a su casa, ya que un remis, con un vehiculo 4 x 4, único medio de transporte apto para esa zona, le costaba aproximadamente $200.
También nos acompañaba una agente sanitaria que iba a recorrer el lugar haciendo trabajos de estadística, vacunación, controles y visitas a los pobladores.
Llegamos a Río Grande, un lugar bellísimo, rodeado por cerros de distintos colores y cardones y un río con una acequia escarchada por el frío, porque hacia casi 15 grados bajo cero ese día.
Nos presentaron a la enfermera del lugar que nos indicó donde teníamos que instalarnos.Alli no había electricidad, solo un panel solar y previniendo ésto, los chicos del proyecto llevaron un generador eléctrico para que pudiéramos trabajar.
Al principio del día, no venia nadie, nos miraban desde sus casas, en el cerro, con susto, nunca había llegado un odontólogo al lugar. Además algunas personas no sabían que existía nuestra profesión. Decidimos salir de la posta sanitaria, ir a sus hogares, hablar con ellos de sus costumbres, de sus vidas y así, de a poquito logramos que se fueron acercando.
Sucedían cosas raras, hacia tanto frío que se nos congelaba el agua donde esterilizábamos el instrumental, los materiales odontológicos también se endurecieron, la gente y mi colega temblaban, pero eso no fue un impedimento para trabajar.
Se acercaron los niños y también sus mamás, invitados por nuestros compañeros equipo que jugaban con ellos y les entregaban las donaciones de útiles escolares, ropa y alimentos. Ahí aproveche y los motivé regalándoles cepillos de dientes, enseñándoles la técnica de cepillado correcta y leyéndoles un cuento.
Después nos desbordaron los pacientes, se acercaban familias enteras, ¡atendimos casi 15 pacientes en dos horas! Recuerdo a un señor que parecía mucho mayor y solo tenía 35 años, padre de siete hijos, con una boca muy descuidada, que masticaba hojas de coca con bicarbonato todos los días, con grandes abrasiones y restos radiculares. Tenía un absceso muy agudo en un premolar. Había que actuar y rápido porque teníamos poco tiempo y a la vez, éramos su única posibilidad de atención odontológica en el año. Decidí medicarlo con una dosis de ataque de antibióticos, esperar una hora y después realizarle la exodoncia. Esta terminó con una gran osteotomia con mi turbina, 4 puntos de sutura y un corticoide inyectable. Luego llamé a la enfermera para explicarle que a los cinco días, debía retirarle los puntos ya que yo no iba a poder regresar.
También recuerdo a los niños de ese lugar, con sus rostros quemados por el frío y el sol y sus manitos llenas de tierra, castigada por el trabajo y ausente de caricias. Hubiera preferido quedarme, brindarles muchas cosas más, pero llegaba la noche y debíamos volver a Angastaco.
Al día siguiente, viajamos a otro lugar, un poco más cerca, una finca llamada La Arcadia, que estaba a dos horas de viaje. El dueño era de Tucumán, hacía casi tres años que no iba a verlos. Allí Vivian unas 15 familias que eran empleados y propiedad de él. Sí, me asombre: ¿Propiedad?, me explicaban que ellos también eran vendidos junto con los campos, cultivos y al producción de chivos del lugar.
Otra vez se volvió a repetir lo mismo que en Río Grande: al principio no venia nadie, después vino mucha gente que atendimos hasta la tardecita.
Recuerdo que hable con un niño de 9 años, que dijo estar aburrido porque extrañaba Internet, que solo accedía a ella a través de la escuela. Mirando a mi alrededor, no entendía lo que me decía: un paisaje hermoso, una paz única, casas de adobe, sin baños ni pisos pero con antenas de Direct TV que se las habían regalado para probar la señal en los Valles y para que así les llegara a los huéspedes de los hoteles y Spa 5 estrellas que había cerca.
¿Cuántas contradicciones en un mismo lugar, no? Seguían pasando los días y así íbamos conociendo más lugares, costumbres de vida y personas.
Llegó el fin de semana y nuestro retiro en San Carlos, donde nos reunimos con todos los demás grupos que estaban trabajando en el resto de las poblaciones de los Valles Calchaquíes, excepto los que quedaron varados en la ruta, por causa de la gran nevada. Compartí la experiencia de algunos chicos y chicas universitarios, escuché y conocí a nuevos compañeros, oramos pidiendo a Dios que nos guíe en nuestro trabajo y despedimos al primer grupo que regresaba a sus hogares.
El lunes comenzó la segunda semana, con grupo nuevo de compañeros y trabajando sola en el hospital de Angastaco porque se enfermó la hija menor de mi colega.
Días después nos trasladamos a Pucará, en mi opinión el lugar mas hermoso que visite en los Valles Calchaquíes, pero con un equipo odontológico menos, ya que iba en camino a Santa María (Catamarca), donde había empezado a trabajar otra odontóloga, recién llegada al proyecto.
Nos instalamos en la escuela primaria, conectamos el generador eléctrico y no arrancaba. Entonces decidimos hacer lo que podíamos con esa gran limitación: Dora les hablaba del mensaje de Dios y yo les leía cuentos de motivación para la educación bucal, realizaba algunas exodoncias mientras afuera las chicas repartían ropa, calzado, alimentos, útiles escolares y jugaban con el resto de los niños.
En ese lugar descubrí otra forma de masticación de las hojas de coca, con azucar.Obviamente que esto también se reflejaba en el mal estado de las bocas de los pacientes, sobre todo, en los niños.
El terminar la semana y mi tiempo en este proyecto, me quedaba una mezcla de sensaciones y satisfacciones por el trabajo odontológico realizado, pero también por haber descubierto y brindado amor: hacia el lugar, hacia las personas y hacia los compañeros del proyecto. Me despedí con la promesa de volver el próximo año para seguir brindando mucho más de mi.
"Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones" (Salmo 46-1)
Odontóloga Alicia Mariana Bergese ( M.P 7197 )
Integrante del Departamento de Educación para la Salud (DES) del Circulo Odontológico de San Francisco y Zona y Federación Odontológica de la Provincia de Córdoba.
MARISA
Mi trabajo en el proyecto se desarrolló a lo largo de tres semanas en lugares de una belleza inmensa tanto por el paisaje como su gente y su cultura, de los que aprendí de costumbres, gustos, comidas, formas y sueños. También la posibilidad de conocer personas muy bellas con las que Dios me cruza para formar verdaderos equipos de trabajo y servicio a los que agradeceré siempre su entrega y amor.
Talapazo, Caspichango, San Antonio del Cajón, Toro Yaco, Santa Maria, Amaicha del Valle (pueblos de Tucumán y Catamarca), lugares hermosos y bendecidos en los que el trabajo de servicio me permitió proyectarme y experimentar emociones muy intensas. Paradójicamente algunos de estos lugares tan importantes para muchos no aparecen en los mapas…! (el de los hombres, claro…)
Mi experiencia docente (educación especial y común) y mi pasión por la pintura, puesta en servicio, encontró un lugar de regocijo en la tarea de las artes plásticas. Se organizaron específicamente con técnicas de pintura (esfumado con tizas, pintura con acrílicos) se usaron como motivadores el paisaje conocido y el uso de elementos del medio natural para realizar las actividades (plantas, hojas, ramitas, piedras, otros). Participaron activamente en las clases y con mucha atención lograron la producción de obras de arte personales y originales que se llevaron de recuerdo a sus hogares. Esta actividad creativa fue muy requerida por niños de todas las edades desde adolescentes hasta los más pequeños, sin dejar de recordar que Nelly y Natividad, señoras de Talapazo, también se incorporaron con mucha alegría al trabajo.
Los momentos fueron siempre impregnados de un sentido de comunidad y comunicación, pudiendo entablar con naturalidad y fluidez una relación especial con los niños, los que tuvieron la posibilidad de escuchar y vivenciar a Dios en nuestras vidas.
Pude ver en todo tiempo, y desde las características socio-culturales de los niños, una apertura muy especial a “recibir”, a través de charlas ocasionales e informales, de películas, de juegos y relatos, respondiendo con mucha alegría, sensibilidad, calidez y “frescura”.
En la ciudad de Amaicha tuvimos la posibilidad de organizar charlas para niños, preadolescentes y adolescentes de la Escuela 10 y de la Escuela Agrotécnica, con temáticas de prevención y salud bucal y con los mas grandes “toma de buenas decisiones”. Resultaron muy positivas, llegando a mucha cantidad de ellos y entablando diálogos y acercamientos muy interesantes.
Testimonio personal
Fue mi primer experiencia en el Proyecto Valles Calchaquies, a la que llego por esas “causalidades” que Él nos disfraza de “casualidades”, estaba a la puerta de una experiencia que cambiaria definitivamente el rumbo de mi vida.
En lo personal fue de gran impacto en mi vida espiritual, pude ver el “brillo” del Señor en los lugares más recónditos de la geografía, donde no llegan a veces ni los medios más comunes de comunicación pero si la comunicación más hermosa con Dios y puede estar muy presente.
Los tejidos de Dios me siguen asombrando y maravillando, cómo en corazones blandos como la arcilla, Él obra y provee los recursos y redes de amor para que su palabra llegue y esté disponible para todos por igual, tanto para un hombre de apariencia rústica que vive en la soledad de la montaña, como para un estudiante universitario que vive en la vorágine de la ciudad y rodeado de la última tecnología.
El prójimo está ahí, al alcance de la mano y de nuestro corazón, es como que todo lo que Dios nos dice en la Biblia está en una práctica permanente y hermosa. Simplemente hay que disponerse a ser un instrumento. El poder de la oración se potencia aún más en la paz y la belleza del paisaje mas hermoso que me haya podido imaginar y que solo el Dios bueno e infinito puede haber creado. Me permitió ser protagonista de milagros en vivo y directo:
La ola de frio más fuerte y cruda en los últimos cincuenta años se dio en esos días, trajo nieve, temperaturas muy por debajo del cero, congelamiento, falta de agua, de señal telefónica y aislamiento. En toda esta realidad aparece Jairo, un nene de muy corta edad que evoluciona en una enfermedad que según la doctora de nuestro equipo (Jimena) lo lleva a peligro de muerte si no se actúa en forma rápida. Con comunicación telefónica cortada hacía tres días por la ola de frío y a cinco horas de camino muy difícil entre la montaña solamente el recurso era la oración. Con el equipo de trabajo nos dispusimos con mucho fervor al recurso divino de orar por un milagro. Y la oración fue contestada; el teléfono se comunico por primera y única vez con el Hospital de Santa María y esa noche por un camino prácticamente intransitable llego una ambulancia que llevó a Jairo y su mamá hasta el hospital para recibir la atención médica que necesitaba y así salvar su vida. Dios es fiel.
Es la experiencia más profunda y maravillosa que me sorprendió e impactó minuto a minuto, generando un gran deseo de volver a esos lugares, con los que siento, estoy unida por el lazo del compromiso y servicio desde al amor al prójimo.
Gracias a todos los que de alguna manera participaron de este viaje, estando en los valles o “viajando con su corazón”.
Marisa Korell
Docente de la ciudad de Urdinarrain, Entre Ríos.
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