miércoles, 19 de agosto de 2009

ACÁ VAN ALGUNAS HISTORIAS...


Luego de un viaje de seis horas desde la ciudad de Santa María, por un camino sinuoso y a bordo de dos camionetas cargadas con donaciones, un equipo de cinco jóvenes llegó a San Antonio del Cajón -un pueblo a 3045 metros sobre el nivel del mar, en la provincia de Catamarca -. En la escuela los recibieron dos ordenanzas que ayudaron con la descargar y luego compartieron una cena. Al día siguiente, después de una proyección de película y una invitación para aceptar a Jesús, conocieron entre muchos a Concepción, una mujer avanzada en edad que vivía a unos kilómetros más arriba en el cerro y a la que se le dio un kit de alimentos, calzado y ropa de abrigo, como a casi todas las más de 40 familias que habitan allí. “Gracias por acordarse de nosotros y venir a ayudarnos”, expresó ella.
La gratitud es una expresión natural en esta gente que muchas veces lo retribuye con panes caseros, nueces o dulces que ellos mismos elaboran.
Días antes y un poco más abajo, en Amaicha del Valle (Tucumán) 52 mujeres se reunieron una tarde en el salón comunal para ver Magdalena -una película sobre Jesús desde los ojos de una mujer-. Algunas de ellas ya conocían el equipo, cuando años anteriores participaron de las charlas de nutrición y familia, o algunos de sus hijos recibieron atención odontológica o fueron a los campamentos. Esa tarde 10 de ellas reciben a Jesús en sus corazones. Enfrente, la plaza se convirtió por unas horas en una postal poblada de niños -unos 70- corriendo alrededor de dos chicas con sombreros de colores que jugaron con ellos, les hablaron de Jesús y les regalaron bicicletas y pelotas. Mientras, otros jóvenes del equipo visitaron algunas familias y compartieron la caída del sol con tres adolescentes que empezaron a caminar con Dios años anteriores y hoy sueñan con que sus compañeros de la escuela donde estudian para ser maestros, también puedan conocerlo.
“Muchos de los jóvenes de Amaicha terminan en los vicios…”. Contó preocupada Zulma, una de tres. “Yo quiero que ellos puedan conocer a Dios y lo que El les ofrece”, volvió a decir casi como una declaración de misión.
En algunas de las escuelas de estos pueblos se viven muchas peleas y el alcohol es moneda corriente entre los hombres de la casa. “Los niños se pelean porque es algo que ven en sus casas”. Contaba Carlos, director de la escuela de El Arbolar.
Parte de las contribuciones de este proyecto tienen que ver con generar un cambio cultural en las personas, familias y los poblados. Durante dos años consecutivos -2007 y 2008- se realizaron en Amaicha, jornadas para padres y maestros sobre temas que tienen que ver con las relaciones y la violencia. Producto de ello, algunos grupos de maestros están llevando adelante proyectos que ayudarán a sus comunidades en estas temáticas.

Una tarde de viernes, al finalizar la primera semana del proyecto en Santa María (Catamarca), la directora y secretaria de la Escuela Especial Nº 997, emocionadas abrazaron y despidieron a 12 jóvenes que trabajaron duro durante esos días para pintar las paredes y aberturas del edificio, y construir un invernadero donde los alumnos podrán cuidar una huerta. Además, donaron una computadora y alimentos. Ellas reconocieron expresamente que Alguien más grande estaba detrás de todo ese acto de solidaridad. En esos días, parte del equipo también pudo entrevistarse con el intendente de la ciudad, compartir los sueños y metas de este proyecto y regalar un libro sobre liderazgo.
Este año se entregaron en todos los valles 23 toneladas de donaciones, entre ellas kit escolares, kit de alimentos, ropa de abrigo, calzado, juguetes, bicicletas y golosinas para niños, computadoras, materiales de lectura y edificación para niños, adolescentes y mujeres, evangelios de San Lucas, medicamentos y también materiales de construcción y pintura en el caso de las escuelas que se acondicionaron. Las mismas fueron transportadas en un camión que una persona de la ciudad Paraná, como parte de su contribución en este proyecto, prestó y condujo de manera gratuita y voluntaria. También se completó un colectivo y una camioneta.

En Salta, enclavada en una pintoresca zona rodeada de viñedos, está Animaná . Allí un grupo de más de 30 niños -muchos de ellos ya evangelizados en años anteriores- vieron una obra de títeres, fueron animados a vivir a la manera de Jesús y después recibieron una merienda con chocolatada y galletitas dulces. Un poco más allá, a tan solo 25 km, en un pequeño paraje llamado Payogastilla donde habitan unas 18 familias en mucha pobreza, gritaron de alegría otra veintena de niños felices por la visita de varios jóvenes que dispuestos a servir a la comunidad, jugaron con ellos y compartieron un tiempo con sus familias, hablando de la esperanza que nos da Dios.
Más al norte de Salta, donde la altura es mayor y el frío también, otros equipos llegaron hasta Cachi, El Refugio, Cabrerías y Rancagua. Y también a un paraje que no se había visitado anteriormente, llamado La Puerta, que pertenece a la localidad de Luracatao, ubicada en un valle que se eleva a más de 2700 metros sobre el nivel del mar, en el departamento Molinos. “Cuando llegamos ahí, la gente no sabía cómo recibirnos y estaba muy callada, pero el ambiente era perfecto para la obra del amor de Dios. Enfocamos nuestro tiempo ahí en amar a la gente y hablarles sobre las buenas noticias de Jesucristo. Durante la semana, a través de las variadas actividades que hicimos, el amor de Dios los cambió, y fue tan grande y notable que cuando nos íbamos, la gente nos abrazó y rogó que no nos fuéramos, y algunos hasta con lágrimas”, contó Alexis, una de las participantes.

Después de seis años consecutivos de trabajo, este proyecto está en el corazón de cientos de personas, iglesias y empresas que viajan, oran, ofrendan y participan de diversas maneras, y además está dando pasos para lograr una transformación socio-espiritual en toda la región y también dando la oportunidad a muchos jóvenes de experimentar el llamado de Dios de alcanzar el mundo.

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